Jueves 15 de octubre de 2015
Vielha es un valle, así que el
sol tarda en levantarse y asomar en lo alto de las montañas. Ya sabía yo que
haría frío y tampoco me importaba remolonear mucho. Abrí la ventana y
efectivamente, a las ocho de la mañana sólo se escuchaba el río Garona correr,
ese río que corre de Sur a Norte, desde el pico Aneto hasta el atlántico de
territorio francés.
Bajé a desayunar. El hotel
Ribaeta estaba perezoso y el único madrugador era yo. A poco que elegí cosas
del buffet y me senté, vino Asier a preguntarme si deseaba café. –Leche
caliente por favor-, elegí que el cola cao sería mi calentador matutino y con
el canal 24 horas haciendo de compañía, desayuné tranquilo y caliente. Los
cristales de los coches aparcados en la calle no lo estaban pasando tan bien.
Buenos días. ¿A que hora amanece por aquí?
Cargué las maletas de la moto y
la encendí. Una humareda blanca me decía que la pobre Crosti no lo había
pasado nada bien por la noche y me dio por pararla y echar un vistazo al ojo de
buey: el aceite era leche condensada y estaba bastante por debajo del nivel, no
era normal. Un whatsapp a mi mecánico a ver que era lo mejor para una noche
helada y me confirmó lo que ya hacía yo. Dejarla calentar algo más de diez
minutos y reposar cinco. Echar un ojo al nivel y la consistencia de la misma.
-Es multigrado, pero al ser un ambiente tan frío y con heladas se espesa un
poco, no te preocupes, en cuanto la calientes, ya puedes rodar aunque haya
menos quince grados-. Se nota que me gusta cuidar mi motor eh.
Son las 9, es que uso más la moto en invierno...
A la que calentó y la dejé reposar,
las sabias palabras de alguien que conoce la honda en profundidad (para ello
trabaja en la empresa), una cerveza se auto-invitó a mi mecánico. Me fui
directo a repostar y saliendo de vielha paré a ponerme sotoguantes. El césped
era blanco, los cristales de la parada de guagua estaban helados y por si fuera
poco, eran las nueve y media y aún no había salido el sol. Tres grados y aún
tenía por delante el Portillón.
Asomaba tímidamente los primeros
rayos de sol subiendo el Portillón y los grados disminuían como si tal cosa.
Embriagado como estaba con el paisaje y con subir el puerto en moto, después de
hacerlo unas cuantas veces en coche; la emoción me había hecho olvidarme de mis
manos que eran el único sitio donde sentía el frío y nada más que en la punta
de los dedos. Un grado y fue insoportable. Metí los guantes en las ranuras del
motor y con los sotoguantes me acerqué las manos al escape, no tarde nada en
volver a sentir la punta de los dedos y ese sol de la mañana, colándose entre
los árboles, joder que sonrisa me salía. Me puse a bailar en la carretera.
Frío en los dedos. El único frío
que sentí en todo el viaje pero este motero novato ya tenía la solución a sus
guantes de invierno de 70 euros. Sotoguantes del decathlon + guantes de nitrilo
+ guantes de invierno… y a subir como dios manda. Me planté en la cima del
Portillón como nada, habiendo pasado algunas curvas realmente heladas en sus
alrededores, porque el asfalto estaba impoluto.
Bagneres de Luchon me parece un
pueblo grande, con un encanto especial y supongo que ha sido por las veces que
he pasado por allí, que le tengo bastante cariño. Tan especial como el
siguiente puerto que subía: Col del Peyresourde. El sol alumbra esta cara de la
subida que es una de las subidas más limpias y anchas de los puertos míticos
que recorría en esta ruta, con buen asfalto y unos colores que inundan la vista
allá donde mires. El silencio se adueña de la mañana de jueves solamente
interrumpido por el fantástico mugir de las vacas que adueñan las laderas de
tan precioso puerto, que brinda un espectáculo fantástico y estoy en mi salsa,
no podría estar más feliz. Por fin conquisto la ruta. Llego a su cima, en
compañía de un ciclista solitario, y visualizo el Pic du Midi, el único que
tiene nieve de los picos de la zona.
YEEEEAAAAAHHHHHH HAPPY!!!
Marchando un catálogo de colores otoñales por favor
Bajo el Peyresourde y prosigo la
ruta hacia Arreau para girar en la D-918 y asombrarme con semejante
carreterilla que sube el Col d’Aspin. Nada más comenzar la subida me encontré
con un coche con matrícula española donde viajaban cinco personas y me llevaban
a entre 15 y 25 kilómetros por hora. El conductor, un madurete subnormal, más
que facilitarme el adelantamiento me lo impedía circulando por el centro y
acelerando cuando por fin pude rebasarlo. Me faltó poco para parar a insultarle
con ganas. Después de eso vino el disfrute y las vistas del Aspin. Es un puerto
muy abierto, que disfruta de una gran vista otoñal entre las tonalidades de
verde, amarillo y marrón que abunda en la zona, realmente bonito.
En la cima una vaca ocupaba todo
el centro de la carretera, orgullosa al lado del cartel con el nombre del
puerto. Ya podía venir ahí los tanques de la guerra que su sol de buena mañana
y su porción de asfalto era su conquista. Así que no quedó más remedio que ir a
darle los buenos días y quererla un poco antes de disfrutar la vista del puerto
y hacer unas cuantas fotografías.
Mimos y más mimosss
Bajando el Aspin unas cuantas
vacas más te deseaban buena ruta antes de una bajada larga y que se disfrutaba.
Y ya quedaba poco para girar a la izquierda y seguir por la misma carretera, un
cruce cerrado y ahí estaba ese cartel mítico del Tour de France y de los altos
Pirineos: Col del Tourmalet, acompañado del monumento al primer ciclista que
subió ese gran puerto por primera vez en la carrera, cuando era un puerto de
tierra y cuando las primeras bicis de carretera disponían de frenos. Fotonazo y
para arriba.
Las sensaciones son las típicas
de “no me creo que ya esté por aquí” y las de “disfrutalo, que al fin y al cabo
esto es lo que querías conocer”. Es indescriptible estar llegando a la cima y
de tanto verlo por la tele de repente encontrarte esos túneles y esos picos con
el riachuelo corriendo por ahí dándole un gran ambiente a la montaña
silenciosa. Hubiese parado cada 200 metros a hacer una foto, vídeo o ponerme a
saltar en mitad de la carretera, pero no hubiese sido disfrutarlo como se debe;
circulando con la moto en consonancia con las curvas. En ésta etapa estaba
siendo un ave fénix y la moto y yo éramos uno sólo.
Emocionante y muy emotivo el imaginar la dureza de la época...
Yo estuve aquí!!!
Llegué a la estación de la
Mongie, casi desierta si no fuese por los operarios de mantenimiento que
andaban por la zona y paré a mirar el telesférico que sube al Pic du Midi. No
iba a subir de ninguna de las maneras ya que quiero volver con mi pareja para así tener la excusa de volver
cuanto antes mejor a ver las mejores vistas de los Pirineos. Pero es asombroso
lo alto que sube y como las cabinas flotan de ese hilito de acero.
Seguí subiendo y a poco de salir
me encontré con llamas y me quedé boquiabierto ya que pensé que solo existían
en Suramérica, ya que son nativas de allí. Ni mucho menos esperaba encontrarlas
subiendo el Tourmalet, pero fue muy emocionante, además habían algunas bastante
jóvenes, aunque no me acerqué mucho porque los moteros vestidos de negro y con
casco no deben de gustarles mucho y se que escupen. No quería pasarme la mitad
de la ruta con un lapo de Guanacos salvajes. Eso lo dejo para otro capítulo si
me he vuelto lo suficientemente loco para intentar tocarlas.
Ola ke ase
Coroné con la euforia en el
cuerpo y me llevé una decepción al ver que el ciclista que posaba encima del
muro de la cima ya no estaba. Tan solo quedaban los hierros que lo sujetaban e
imaginé y espero que así sea, que se lo habrán llevado para rehabilitarlo o
pintarlo, no porque lo hayan robado. Las fotos de rigor y el rato que pasé
allí, con ligera afluencia de público, pensando lo majestuosas que son las
dichosas montañas. Bajé unos metros de la cima para disponerme a comer algo ya
que no tenía suerte en encontrar abiertos los souvenir o los restaurantes de
los puertos. Otra vez será. Comí tranquilo admirando las pistas de esquí sin
nieve y la tranquilidad de un día soleado que incluso me permitió quitarme la
chaqueta de moto un rato.
Premio de la montaña para la Crosti
Mi colega se lo pasó casi mejor que yo
La verdad que nunca pensé subir a una media tan alta estos puertos sobre dos ruedas.
Vamos a comer algo con estas vistas!!!
La bajada es un poco más
enrevesada en la primera parte pero luego se abre mucho. Allí brillan los
guardarraíles por su ausencia, pero luego los hay de palo y luego de hormigón.
En las rectas dejaba caer la moto en marchas largas y en seguida llegas a Luz
Saint Sauveur. Giré a la izquierda en la D-921 por recomendación de un forero para
conocer Gavarnie y su cascada más alta de Europa. La carretera es muy amplia y
el asfalto un poco descarnado con alguna curva con gravilla suelta. Aún así
subí rápido y el calor me estaba agobiando bastante a estas alturas, pegaba un
sol considerable pero el aire era fresco…
Llegué a Gavarnie y vi lo que
ellos llaman el circo entre nieves y justo un pequeño saliente donde el agua
brotaba en caída hasta donde el sol le hacía sombra y ya no me dejaba entreveer
más. El pueblo es muy bonito y muy dedicado al turismo, que realmente son el
motor principal de la zona, pero yo no paré a mirar tiendas ni comer, sólo me
apetecía bajar y conocer un poco más el circo.
Cuando todos bajan yo subo
Bonito eh!?
Adiós cámara!! ahí te quedas!!
Parece que está más cerca de lo
que realmente era, así que caminé hasta que me apeteció. El sol ya casi rozaba
los picos del lado oeste y hacia mucha sombra al valle. Caminas por cualquiera
de los lados del río que hace compañía al que explora la naturaleza de la zona
y es digno de ir con tiempo y tirarse en el césped impoluto que hay a la
izquierda del río, pero yo no veía tiempo que sacar porque temía una vez a la
noche y quizás me apuré demasiado. No tenía porqué, eran alrededor de las tres
y media de la tarde, pero cuanto más avanzaba más era la gente que venía de
vuelta y me hizo plantearme si no estaba dejando demasiado tiempo en la
caminata, que ya me tenía empapado en sudor.
La bajada se me hizo menos larga
que la subida y poco rato ya estaba en la carretera que me conducía a Argeles
Gazots, girar a la izquierda en la D-918 donde empieza a subir el Col del Soulor,
con una carretera divertida donde disfruté de conducir la moto. Por esos
entonces las nubes ya estaban atascadas en los picos mas altos y el sol no
vestía de puro color las laderas. Fotón con el cartel y entonces ví donde me
iba a meter la ruta.
Una pared de piedra y una
carretera con limitación de 25 kilómetros por hora para llegar a la cima del
Aubisque; el cartel que indicaba que por la noche ese tramo está cerrado al
tráfico y ver el precipicio aún sin haber entrado ya van quitando el hipo… -Si yo
paso por aquí, con todo el cuidado del mundo y sabiendo que los coches los veo
con una visibilidad bastante buena que me permiten ir por el centro de la
carretera… ¿Cómo coño los ciclistas van en modo carrera por aquí? ¿No ven la
ostia tremenda que hay hasta allá abajo? Menos mal que no llegué a ser ciclista
profesional…-
Alguna ocurrencia más tuve antes
de cruzar ese paso, pero no era tiempo para reflexionar sobre mi vida y el
miticismo del Tour de France. Era mi transpirenaica en solitario y la Crosti
iba rectita y maullando a muy bajas revoluciones. Dos tuneles de piedra viva,
donde llovía por dentro debido a las filtraciones de agua, ya estaba al otro
lado. No tuve cojones a parar en la orilla. Me planté en mitad del carril sin
bajarme de la moto, para admirar la belleza tan salvaje de la montaña y cómo el
ser humano se empeña por pasar por donde la montaña no quiere que lo haga.
Impresionante!!
¡¡¡25 por hora dice!!!
Ese agujerito de ahí delante a la derecha... es un túnel colega
Unos kilómetros mas adelante ya
sin precipicio acentuado o cercano a la carretera estaba en la cima del Aubisque
y cabezón que es uno, intenté que la pesada Crosti subiese el bordillo para
aparcarla junto al monolito, pero la rueda de atrás empezó a patinar con la
tierra empapada y tuve que dar un rodeo para ponerla al lado del mismo. Luego
la aparqué bien, cerca del cartel y a divertime con las bicis gigantes! La
cafetería, restaurante – souvenirs estaba abierta pero no me tentó entrar. Creo
que llevaba muchas emociones dentro de mi en la etapa de hoy y no habría
recuerdo que mejorara lo que pude sentir en ruta. Mis fotos serían el mejor
recuerdo.
Un monolito blanco y un mongolito negro. Que cosas
Un honor tocar ese cartel con historia
Un niño de metro noventa
La bajada tiene muchas curvas muy
lentas y es bastante pronunciada, no hay sitio para parar y este lado si que
tiene sistemas de retención para no salirse de la carretera. Vi una cascada
abajo, en un pequeño pueblo llamado Gaurete y paré a hacer una foto con el
móvil rápida. La ruta continuaba.
Abajo estaba nublado y hacia frío
y llegué a un cruce donde debía girar a la izquierda, D-934 (¿Otra vez a la
izquierda? Llevo todo el día girando a la izquierda? ¿Es una ruta rotonda esto
o que pasa…?) La carretera iba sombría en la primera parte, con algo de frío y
en mitad del carril habían abierto un canal del ancho de la rueda delantera
para pasar algo y había bastante grava en el resto del carril de haberlo
asfaltado a la prisa, así que fue un incordio ir más atento a eso que a las
vistas o propia conducción, pero llegó un punto donde la obra quedó atrás en
uno de esos semáforos alternativo que corta la circulación por estrechamiento y
empecé el Portalet con los últimos rayos de la tarde. Iba pletórico…
Tal es así que no paré en toda la
subida. Pero en mis retinas quedaron cascadas que caían de lo alto de los
túneles por donde pasaba la carretera. Era realmente bonito. Habían algunas
motos por el recorrido y hasta saludé gente que iba caminando por la orilla de
la carretera.
Arriba hacía un frío bestial. De
esos que corta el aire como se suele decir. Fotito rápida con el cartel y anécdota
del día: veo una chica sobre una moto intentando arrancarla pero la moto no se
termina de poner en marcha. Me acerco y les ofrezco ayuda, eran franceses y el
tipo me mira con cara de “pues es lo que ves, una moto que no arranca”. La tipa
seguía a lo suyo, dándole al botón una y otra vez. Conseguí que parasen y les
expliqué con señas que debían de cambiar de sentido cuesta abajo, poner
segunda, dejarla caer y soltar el embrague. Accedieron y cuando fui a ayudarle
a él a empujar la moto me apartó las manos. –Vale-, pensé, -si no quieres no la
toco amigo-. Se pusieron cuesta abajo y la tipa deja caer la moto, con la
segunda puesta y con el embrague accionado… ¡¡y le sigue dando al botón de
arranque!! Se lo intenté volver a explicar pero no me hacían ni puñetero caso y
al tipo parecía que le estorbaba. Tardé poco en volver a darme la vuelta…
Celebrando el regreso a mi querido país después de un día pletórico en las carreteras francesas
Puse rumbo a Jaca donde tenía el
hotel recordando el desastre el camping de Biescas, menuda pena. Una vez en el
cruce a Jaca tenía posibilidad de ir por autovía pero me negué rotundamente a
pisarla y comí rotondas de la nacional como un señor. Al poco llegué al hotel
Jaqués, donde pude guardar la moto en el parking por el módico precio de tres
euros. La Crosti lo merecía.
Busqué por Internet antes de
bajar a la calle pues quería darme un homenaje de cena ya que sólo había hecho
tentempiés por el camino. La tasca de Ana era altamente valorada e indicaban
que lo suyo era ir temprano si no querías comer en la calle, además estaba muy
cerca del hotel. Conseguí al poco de entrar un sitio en la barra cuando se
marchó una pareja y la verdad es que tuve suerte porque el sitio estaba
bastante lleno. Me pedí unas cuantas tapas y luego pedí otras pocas. Todo
estaba muy bueno y te servían rápido. Podías elegir vino de todo tipo o
cerveza. La pena fue encontrar las papas con mojo picón con el mojo ácido… Yo, que soy de Gran Canaria, no iba a
pasar por alto este asunto. ¡¡Que las recetas están en Internet!!
Si hacemos un reportaje, lo hacemos hasta el final!!!
Luego me puse a caminar y se me
fue el santo al cielo por las callejuelas. Tuve que preguntar donde quedaba la
iglesia, ya que iba de atrás para adelante jeje. No esperaba que Jaca fuese así
y me gustó para bien.
La boca de la iglesia es enorme. Cuando la vi, me quedé impresionado
Esas maderas son mas viejas que tu pelo, impresionantes que aguanten los años así
El hotel era muy confortable y se
estaba muy cómodo además de estar en el centro, tenía cama doble y desayuno
incluido por la módica cantidad de 37 euros con el parking ya incluido.
Bastante recomendable.
Mañana será el encuentro con el
mar cantábrico. ¡¡A dormir!!
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