Viernes 16 de octubre de 2015
Amanece en Jaca. La previsión era fría y menos mal que me acordé de sacar las botas del balcón y ponerlas al lado del radiador del baño para que estuviesen calentitas. Me cuesta desperezarme porque las mantas no ayudan, aunque no ha sido todo lo confortable que me hubiese gustado, el colchón tiene un aprobado raspado.
Amanece en Jaca. La previsión era fría y menos mal que me acordé de sacar las botas del balcón y ponerlas al lado del radiador del baño para que estuviesen calentitas. Me cuesta desperezarme porque las mantas no ayudan, aunque no ha sido todo lo confortable que me hubiese gustado, el colchón tiene un aprobado raspado.
Bajé a desayunar y acostumbrado a
los buffet de los dos últimos días, un cola cao, un minibocata de jamón y un
pequeño croissant no son suficientes para un tío de un metro noventa. Más
adelante comeré algo.
Preparo la moto y la dejo
calentando frente al hotel mientras entablo conversación con el recepcionista
que estaba de mañana, al que le cuento un poco la ruta, de donde vengo y a
donde voy, algunos detalles que tengo pensados y la ruta que me tocaba ese día.
Un tipo muy simpático que me da algunos consejos de la zona y me desea buena
ruta, un rato agradable y la moto, ya más que caliente pidiéndome paseo.
En la mañana muy fresca de Jaca
me doy una vuelta por el pueblo con la moto y algunos paseantes me miraban como
si fuese de otro mundo. Yo imaginaba que por sus cabezas pasaba ‘donde va el
loco éste con el fresco que pega’. Llegué a la trasera de la ciudadela de Jaca
y paré un poco. De fuera no se ve nada, pero el sol que empezaba a vislumbrarse
era prometedor.
Pongo rumbo a un sitio que tenía
muchísimas ganas de visitar: la estación de Canfranc. Tantísimas veces viéndolo
en la ruta de otros moteros, tantas veces pensando que un día tenía que ir… que
casi no me creía que ya hubiese pasado media ruta y hoy me iba a encontrar con
años de historia. Pero el camino hasta ella no iba a ser fácil. Lo que antes
eran tres grados ahora eran uno… ¡¡y luego fue cero!! Tenía que parar a hacer
mi truco de los guantes de nitrilo ya que la puntas de los dedos presentaban un
entumecimiento serio. Tan sólo llevaba una decena de kilómetros. Poco rato
después de parar escucho un zumbido y pasa una moto en dirección Jaca y
entonces pienso que no soy el único loco de la zona.
A la fresca mañana!
Giré a la derecha. Por fin la
vislumbraba y es enorme. Hoy por fin sería yo el protagonista de la foto en
Canfranc estación. Y no era el único. A poco de estar por allí merodeando por
las vías y entristecido por la valla que la rodea y no poder pisar el andén,
tres personas más vinieron a echarse unas cuantas fotos con el tremendo
edificio. Se puede visitar en horario determinado y previo pago, no recuerdo
cuánto. La verdad es que no me gusta que se haga negocio de estos sitios pero
hubiese sido interesante que un guía experto contara algunas anécdotas. Pasé un
rato admirando y haciendo fotos. Me encantó parar allí.
Impresionante. Me imaginé a la gente vestidos de época y era yo el extraterrestre del segundo milenio...
El frío era intenso pero yo no
notaba nada subiendo el Somport. Nada más empezar a subir ya me encontré los
primeros rayos de sol y estaba realmente feliz. La carretera estaba completamente
solitaria, no había nadie por allí así que di gas alegremente a mi gusto y me
cogía los dos carriles de subida a mi antojo, trazando abiertamente y fluido.
Arriba habían un montón de niños, quizás de una excursión con el cole por la
zona. Fotos de rigor con el cartel y disfrutar un poco de las vistas. Y ya
estamos de nuevo en Francia.
La subida del Somport es la que viene por la izquierda, esa última parte a la sombra de la montaña
Altos de Somport
La bajada es más pronunciada, más
estrecha y bastante peor asfaltada, pero con muchas curvas de todo tipo y
color. Yo estaba un poco más cauto porque el freno delantero hacia vibrar
extrañamente la moto desde la etapa anterior. Había revisado pinzas de freno y
eje delantero, había mirado las horquillas y también probar a frenar con el
delantero y mover la moto adelante y atrás, pero no había sacado nada en claro.
La manera de bajar era frenar primero con el freno trasero y luego si era
necesario frenar con el delantero. De esa forma nada vibraba a ninguna
velocidad.
Verdísimo
Conduje por una carretera muy bonita, primero zona entre montañas, con piedras y un río por la zona y luego un valle enorme, verde hasta el infinito y una carretera amplia y cómoda. Giré para la izquierda hacia Osse en Aspe para empezar a subir el primer puerto del día. Se atraviera Osse en Aspe por calles realmente estrechas y haces una serie de giros entre las casas de ese pueblo para empezar a subir ese puerto, carretera D-441, Col de Bouesou. Carretera de un solo carril, sin protección y que alternaba árboles y zonas despejadas. Las laderas eran realmente bonitas y la carretera algo tediosa.
Realmente prometedor
Cumple con mis expectativas 120%
Yeeeeahhhh!!!
Se me hizo largo el segundo tramo para coronar Labays! Pirineos atlánticos.
Son lo que los franceses llaman
Pirineos Atlánticos. Ese puerto encadena con el Col de Labays sin bajada
alguna. Hay un llano y están encadenados puesto que luego se empieza a subir
sin más. La vista arriba es un espectáculo para los sentidos y cuando llegas al
cartel del puerto y estás en la carretera que conduce a la cima de la Piedra de
San Martín, la D-132, carretera muy ancha, bien asfaltada que ofrece unas
vistas muy lejanas y unas laderas con un color verde muy intenso y los
telesillas que llevan a las cimas de las pistas de esquí cuando la montaña está
nevada.
No paré en la cima del Puerto, ya
que no hay una cima como tal, es una serie de llanos y repechos que luego
empieza en modo descendente hasta que ves el cartel de Bienvenida a Navarra. La
bajada es muy amplia en su primera parte, donde se ve la Piedra de la montaña
alejándose por el retrovisor y, como lucía un sol estupendo, unas praderas de
ensueño brillaban gracias a la humedad de la noche. En una curva encontré
caballos en mitad de la carretera y paré a saludarlos y hacer algunas fotos.
Algún coche y un motorista francés aprovecharon el momento para hacer lo mismo.
Luego la bajada es una sucesión
de horquillas y algo más empinada hasta que abajo del todo y con el río Belagua
de acompañante, llego a Isaba, un pueblo fantástico donde todo era de piedra y
estaba impoluto. Atravieso el pueblo y doy la vuelta para dirigirme a la
carretera NA-140, ya que quería estar en Roncesvalles para comer y algo me
decía que ese tramo iba a ser largo.
Y así fue. La NA-140 es
enrevesada e incómoda y sube dos puertos, Laza y Remendia, ambos con una
altitud de poco más de mil metros. Aunque disfrutaba de escuchar aullar a la
Crossti, la verdad es que empezaba a sentirme un poco mal y quería llegar a
Roncesvalles cuanto antes mejor, la cabeza me botaba con los baches y estaba
algo destemplado, con momentos de calor y frío.
No, no sabía que había puertos de camino a Roncesvalles
Paré en Izalzu, a mitad de camino
de la mencionada carretera a fin de despejarme un poco, ponerme las gafas de
sol a ver si mejoraba algo mi cabeza, tomar un tentempié e hidratarme lo máximo posible para
continuar a Roncesvalles.
Encontré el nombre del pueblo gracias a la Iglesia que había a pie de carretera.
Otoño en estado puro
Segundo puerto de camino a Roncesvalles. Voy un poco cansado, ya sólo pienso en comer.
Y por fin giré y a poco llegué a
Roncesvalles donde me llevé una decepción, ya que lo había imaginado de otra
manera y me encontré con una aldea para peregrinos del Camino de Santiago, con
algunos bares y no mucho más interés que una ermita y una iglesia, muy bonita,
pero sin nada más que destacara por encima de otros pueblos de Navarra por los
que había pasado y tenían mucho más encanto que éste pueblo tan famoso sólo por
el susodicho camino. No dudo que tenga su buena historia ya que era un lugar de
paso de Francia a España, además era mediodía y sólo estaban abierto los bares,
donde justo en uno de los bar restaurante habían unas 4 o 5 BMW gs lc y sus
caballeros conductores comiendo algo en la terraza. Yo no andaba como para
estar esperando por que me sirviesen ni mantener conversación alguna, pues el
dolor de cabeza no había remi
tido y quería estar lo más tranquilo posible, giré a la izquierda en una de esas carreteritas que te llevan a alguna casa o campo y donde habían algunos árboles y unos bancos para disfrutar de las vistas y allí monté mi picnic no sin antes abrigarme mucho, pues estaba bastante destemplado.
tido y quería estar lo más tranquilo posible, giré a la izquierda en una de esas carreteritas que te llevan a alguna casa o campo y donde habían algunos árboles y unos bancos para disfrutar de las vistas y allí monté mi picnic no sin antes abrigarme mucho, pues estaba bastante destemplado.
Aquí voy a montarme un picnic que vas a flipar chavalll
Aquí comienza una de las etapas del Camino de Santiago
Para estar en pleno Pirineo tampoco es que la altitud quite el hipo
Saliendo de Roncesvalles ya más contento, tripita llena.
Me sentí algo mejor tras la
comida y decidí continuar por la ruta prevista. Llegué al Puerto de Ibañeta y
saqué la foto de rigor, para continuar por una auténtica carretera serpiente
donde era difícil meter tercera velocidad y que aun con carretera ancha,
requería poner toda la atención en jugar con la moto buscando la trazada más
limpia. Los puertos que me había encontrado en la etapa de hoy no permitían avanzar muy rápido. El tren delantero me seguía vibrando algo cuando frenaba muy fuerte
pero no era algo grave o de la dirección o los frenos, cada vez estaba más
convencido que era el neumático delantero, ya que ambas gomas presentaba un
desgaste diario bastante notable.
Llegué a San Jean Pied de Port y giré a la izquierda en la carretera D-15 y posteriormente de nuevo a la izquierda en la D949 para entrar a España por el puerto de Iztegui, el cual merece la pena destacar que me pareció uno de los más bonitos de la etapa, no sólo por las vistas, si no por el color rojo teja que vestía, así como por el encanto navarro del lugar. Mereció la pena la parada en un saliente y disfrutar un rato de las vistas justo antes de llegar a la cima del puerto.
Apenas se ve, pero ahí hay un ciclista. La grandeza de la montaña lo deja en tamaño hormiga.
Impresionante!
Coño, alguien se ha olvidado un Arai en pleno campo...
La bajada tiene curvas muy
cerradas sin protección alguna, y si no quieres salir volando lo mejor es
tomarlo con calma. Una vez abajo pasas una serie de aldeas con nombres
peculiares vascos: Erratzu, Bozate y Ordoqui (perfectos para ponerselos a un
hijo).
En el cruce de Ordoquí me encontré un panorama no muy
agradable. Un furgón bajaba por la N-121-B y un coche quería incorporarse a la
izquierda. Se ve que se incorporó cuando le dio la gana o que no vio al furgón
porque del taponazo que se dieron la furgoneta volcó y el coche quedó
destrozado. La ertziana ya le estaba haciendo el control de alcoholemia al
conductor del coche, una persona mayor. Deseé en mis pensamientos que no fuese
algo grave para los pasajeros implicados y puse rumbo a Francia por tercera vez
en la etapa para conocer Ainhoa, olvidando rápidamente el mal trago de encontrar un accidente en carretera.
¿No se parecen a casas típicas de un puerto pesquero?
"Identite basque" indicaban los toldos de los locales de Ainhoa
y eso es precisamente lo que encontré, un pueblo bonito, de arquitectura vasca,
limpio y con muchísimos visitantes. Me cobraron un euro de más por comprar dos
pegatinas de recuerdos en una tienda local donde la dependienta hablaba
español. Ni siquiera me supo dar un motivo por el cual me cobraba el impuesto
revolucionario a españoles. Quedé muy triste del trato francés en este viaje y
justo cuando guardaba mis caras pegatinas en la maleta, un francés que vino a
decirme algo, y al cual le respondí que no sabía hablar su
idioma, pero ¿en español? ¿Inglés?, fue a mirar la matrícula, cambió su cara y
siguió de largo. Me marché decepcionado porque no fue la única vez en el viaje.
Continué hacia Sare para entrar a España por Bera, ahí ya no
hay carteles que indican si estás en un lado o en otro, pero lo deduces por el
asfalto o algún cartel de señalización. Se había acabado el periplo francés.
Ahora tocaba llegar a Zarautz y aún quedaba ruta por delante...
Saliendo de Bera
Un tráfico horrible, colas de
coches hasta el infinito, embrague primera y segunda, embrague y semáforo,
punto muerto y calor. Había elegido no pisar ni una autovía y claro, estaba
metido de lleno en el tráfico irunés. Pero de una manera u otra, salí de allí y
llegué a Pasaia antes de lo que me imaginé sucumbido en adelantamientos de
dudosa legalidad y marcándome unas poles en los semáforo cantosas como ellas
solas.
Pasaia me lo había recomendado mi pareja porque lo había
visto en alguna foto, la verdad es que la costa vasca enamora con estos pueblos
y hasta tenían un servicio de barquitas que te cruzaba de un lado a otro por
0,70 céntimos. Una delicia. Disfruté mucho del paseo y las vistas.
Anne tiene la ropa tendida
La boca de la Ría de Pasajes
Arquitectura vasca, esta vez si, a pie del mar
Puse rumbo a Zarautz con una sonrisa de oreja a oreja y con
menos tráfico. Me encontré muchos
botes de remo universitario en los ríos vascos y me gustaba mucho verlos
remar mientras conducía la moto. Parecía que estaba muy lejos de casa, tenía tanto
a lo que mirar y todo era tan diferente. Giré a la derecha en el Rio Oria,
estaba a poco de llegar a donde tenía el hotel de hoy.
Zarautz está como entre dos montes y yo, de frente al mar,
estaba en el de la derecha, Google maps recalculó y me metió por una
carreterita de cemento muy estrecha y empinada que subía ese monte, para
regalarme la mejor estampa del día: la ciudad al atardecer con todo ese paisaje
tan bello que la rodeaba…
En el hotel Alameda, y a pesar de lo seca que era la
recepcionista, se portó muy bien. Le pregunté por la posibilidad de
parking y me ofreció hueco al lado
de un carro (casi media plaza) de manera gratuita. El hotel era mediocre pero
estaba limpio, tenía desayuno incluido y estaba en segunda línea de playa por
50 euros. Aunque estaba cansado, me preparé yo mismo la cena en la habitación y
recuperé energías, tanto que me caminé casi toda la playa y encontré el
restaurante de Arguiñano, con una siniestra estatua suya iluminada de la peor manera posible,
¿El restaurante de los horrores?
Que alguien despida a Saw, quiero decir al ingeniero de iluminación...
Los ojos se me cerraban cuando me tumbé en el colchón que me recogía hoy. Que a gusto se estaba. Había sido una etapa larga y de mucha
atención y mucho que ver.
Con lo ordenado que tenía todo en Jaca pero hoy lo he tirado todo como me vino en gana.
A dormir se ha dicho. Buenas noches
Ya leí los cuatro relatos de la transparencica, muy amenos.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.
Ya leí los cuatro relatos de la transparencica, muy amenos.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.
Quise decir transpirenaica, je je.
ResponderEliminarJosé Antonio, me alegra enormemente tu comentario y te doy las gracias por pasarte por este modesto espacio que me sirve de bitácora con la moto.
ResponderEliminarTe agadezco muchísimo tu visita y espero que tengas un buen año 2016 con la moto y fuera de ella.
Un saludo!!