Ayer por la tarde decidí dejar caer la tarde en una rutilla por detrás de mi casa. Carreteras por las que nunca he pasado e investigando carreteras de tercer nivel, enrevesadas y muy bien asfaltadas que discurrían por terreno de nadie. Con suerte llegaría a Monserrat para hacer una sesión de fotos con el flash externo, pues la tarde se había quedado preciosa.
Al parar a hacer la foto que abre el post de hoy, en un pueblo de complicado nombre, entendí que si llegaba a Monserrat para el atardecer iba a ser de pura casualidad. Los atardeceres de invierno son cuestión de unos pocos minutos y tampoco me obsesionaba la idea de llegar a ningún sitio. Me propuse disfrutar llegase a donde llegase, estaba empezando a hacer un frío curioso en mis manos y me aventuré por detrás de San Pedro de Riudebitlles, se lo curraron con el nombre ésta gente.